Mascherano, capitán de Argentina sin cinta
Responde a esa estirpe legendaria de líderes que, con un carácter y una personalidad arrolladora, acaban imponiendo su jerarquía, su peso específico y su mando en una cancha
La cinta de capitán corresponde a Messi, el mando es cosa de Mascherano. Su liderazgo no se impone, se elige. Argentina depende del talento infinito de Messi, pero compite gracias al empuje visceral y la ascendencia de Mascherano. El Jefecito responde a esa estirpe legendaria de líderes que, con un carácter y una personalidad arrolladora, acaban imponiendo su jerarquía, su peso específico y su mando en una cancha. Masche encaja en esa genealogía mítica de líderes natos, de motivadores únicos, de temperamentos especiales. Obdulio Varela se ponía los cojones en la punta de los botines. Javier Monster M Mascherano habría ido de buen grado al frente, con cañones de chocolate, para combatir a los ingleses en Las Malvinas, antes de que les reventase la zurda de Maradona en México. El Jefecito prefiere morir luchando que entregarse sin pelear. Nunca se toma un día libre, nunca se esconde, siempre aparece, siempre lidera y el grupo le sigue. En los tiempos de Messi, las entrañas del equipo gritan su verdad: Mascherano y diez más.
Auténtico ídolo en River, estrella indiscutible en Corinthians, maleta con ruedas en el West Ham, institución en Liverpool y secundario de lujo en el Barça, Mascherano manda, sirve y dirige a Argentina en este campeonato. Sus virtudes, múltiples. Valor inquebrantable, reconocido por compañeros y rivales. Justicia para respetar y ser respetado. Poder de decisión, para no tener dudas y evitar las dudas de los demás. Convencimiento interno, para hacer ver al colectivo que todos están en el mismo barco y que, si encalla contra unos arrecifes, ahí estará él, para rescatar a los heridos y abandonar el barco en último lugar. Personalidad, porque creer en todos revertirá en el bienestar del equipo. Comprensión, ser humilde en la victoria y orgulloso del grupo en la derrota. Responsabilidad, asumir los errores ajenos y repartir los elogios. Solidario, nada ni nadie por encima del equipo. Valores. Esos de los que muchos presumen y apenas demuestran, pero que él encarna. Mascherano no es el mejor jugador del mundo, ni falta que le hace. Es el capitán sin cinta que siempre está de guardia. El ángel de la guarda de los intereses del equipo. El autor de este texto es Rubén Uría. Leer artículo completo y ver hilo de debate en eurosport.yahoo.es.
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