Son las seis de la mañana y amanece en Fayda 15,
uno de tantos asentamientos de refugiados sirios en el oeste de Líbano. Bajo la temprana luz del sol se yergue una estructura donde ayer no había nada: el precario esqueleto de una nueva tienda que pronto cobijará a otra familia más entre las más de 400 personas que aquí se refugian.
Han pasado más de dos meses desde mi primera visita a este lugar y, a mi vuelta, he notado cómo ha crecido y se ha transformado. Incluso en estas dos semanas que paso aquí sigo viéndolo cambiar a diario. Cada mes,
miles de personas cruzan las fronteras sirias huyendo. Hoy llega hasta aquí un autobús procedente de Siria. Los primeros en divisar cómo se va acercando por la carretera corren la voz y pronto la gente se arremolina a su alrededor. Expectación y alegría por los posibles reencuentros se mezclan con la inquietud de no encontrar a quien esperan.
Hoy llega hasta aquí un autobús procedente de Siria. Los primeros en divisar cómo se va acercando por la carretera corren la voz y pronto la gente se arremolina a su alrededor. Expectación y alegría por los posibles reencuentros se mezclan con la inquietud de no encontrar a quien esperan.
Entre los que huyen, un pensamiento: volver a Siria algún día. Pero sobre este pensamiento se impone una realidad, la del miedo. "Si vuelvo a Siria me matarán porque mi hijo es combatiente", me cuenta Khaled mientras compartimos un té. No es necesario especificar en qué bando, da igual, el miedo a las represalias es común a todos los huidos.
Sin embargo, incluso en estas circunstancias, algunos vuelven. La situación es dura, la ayuda no es suficiente y cuanto más tiempo pasa, más se agotan los recursos con los que huyeron y más limitada resulta nuestra capacidad de apoyo.
Junto a la estructura para la nueva tienda, Zaienb describe la angustia de quien empieza a quedarse sin alternativas. "Mi situación es muy mala; estoy aquí sin mi marido, del que hace tiempo que no tengo noticias, y debo sacar adelante a mis cinco hijos. Tengo problemas para alimentarlos. No sé cuánto tiempo más aguantaré. Mi alma está exhausta". Volver a la Siria, de la que huyó y donde hace sólo unas semanas supo que había muerto su primo, se presenta como opción a las precarias condiciones en las que se ve en Líbano. Leer noticia completa en
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