Las cerca de 1.000 personas que viven en el pequeño pueblo de Buchaiahgaripalli, en el distrito de Anantapur, contienen la respiración cuando llega el mes de junio a la espera de las lluvias del monzón. En los últimos cuatro años ni una sola gota ha calado en los campos de mangos, principal vía de ingresos para las familias de la zona. Muchos se han visto abocados a la ruina económica y después de años de mala cosecha ya solo les queda una opción: malvender las tierras familiares y el ganado y migrar.
En la región de Rayalassema las reservas de agua se encuentran al 10% de su capacidad y el 40% de los pozos de uso agrícola de Anantapur están secos. El nivel del agua del subsuelo no deja de bajar, alcanzando este mes de abril un nuevo mínimo, al situarse en 26,79 metros. Las bombas de extracción de agua de los campesinos solo alcanzan hasta los tres y ocho metros y ya de poco sirven. “Tenemos que llevar agua en cisternas para que puedan sobrevivir las personas y el ganado. La vida es sagrada y el dinero no puede ser un criterio” apunta Malla Reddy, experto en medio ambiente para la Fundación Vicente Ferrer (FVF).
Adiós a las cosechas
“No hace tantos años éramos famosos por nuestros mangos y era una buena forma de ganarse la vida” cuenta Chinappa Reddy, campesino de Buchaiahgaripalli. “En un año de cosecha normal podíamos sacar entre 30.000 y 40.000 rupias de beneficio neto (unos 450-550 euros) por cada acre de tierra -0,4 hectáreas-, además dábamos trabajo a varias personas, pero ahora no hay nada que hacer” añade. La cosecha de mangos ha pasado de ser el principal sustento económico a la causa de la ruina de muchas familias. A pesar de que Anantapur sufre desde hace años una sequía crónica, 2016 ha sido reconocido por el Gobierno como la más grave.
Ante la falta de lluvias y el fracaso de las cosechas muchos campesinos pidieron préstamos para poder comprar agua y salvar los campos. Este último año Janardhna Reddy, también campesino de la aldea, pidió un préstamo de 600.000 rupias –unos 8.000 euros- para poder comprar el agua necesaria para regar el campo, pero no fue suficiente. La cosecha de 2016 le permitió generar unos ingresos de poco más de 1.000 euros, cifra muy por debajo del préstamo que tiene que devolver. “Cuando los terratenientes que me han hecho el préstamo me exijan el dinero solo podré pagar si vendo el terreno, pero es lo único que tengo”. Janardha añade: “A medida que ha empeorado la situación nadie nos quiere prestar, y si lo hacen, es con peores condiciones”. Ser propietario de cinco hectáreas de terreno ya no es garantía de nada.
Sin embargo, para Janardhna hay un problema aún peor: no poder ofrecerle un futuro mejor a su hijo: “Él está estudiando ingeniería en la ciudad de Nellore, pero ya no puedo seguir pagando sus estudios, le he pedido que vuelva. No quiero esto para él pero ¿qué más puedo hacer?”, cuenta con frustración. “En el pueblo todos somos conscientes que la educación es la única forma para que tengan un buen futuro pero, ¿qué haces cuando te quedas sin nada?”.
Gangulapa, campesino de 68 años y propietario de poco más de una hectárea y media, le mira con tristeza y preocupación. “Nunca había visto nada igual, la tierra se ha secado, no sale nada” sentencia. Lleva toda la vida cultivando estas mismas tierras que un día fueron fértiles, y aún no se cree lo que ve a su alrededor. “Estas tierras son lo único que tenemos pero si seguimos así las tendremos que vender para pagar la educación de nuestros hijos e intentar que ellos no pasen por lo mismo”.
Ramamurthy, técnico de ecología de la FVF para la región denuncia: “Solo en este pueblo han muerto 10.000 árboles de los 35.000 que hay en total, el resto siguen vivos pero llevan años sin dar frutos debido a la falta de agua”. Un árbol de mango necesita 210 litros de agua tres veces al mes. “Desde la FVF se están facilitando tanques de 5.000 litros de agua diarios para paliar la escasez tanto para el consumo humano como para la agricultura, pero sigue sin ser suficiente” declara.
La falta de lluvias no solo ha afectado a los que dependen de las cosechas de mango, sino que aquellos que veían en el ganado una buena alternativa, han visto también como su situación empeoraba drásticamente.
“Antes cultivábamos nosotros mismo el forraje para las vacas y las búfalas, pero sin agua no crece”. Ahora tienen que comprar la paja para el ganado a través de préstamos, empeorando la ya débil situación económica. “Aunque ganamos dinero con la venta de la leche, apenas nos da para pagar la paja” explica Keshva Reddy, campesino de 50 años.
La organización activa un plan de ayuda al campesinado
Con el objetivo de impedir que las familias se vean forzadas a malvender su ganado el Sector Ecología de la FVF puso en marcha un programa de distribución de forraje en colaboración con el Gobierno de la India. Nageswara Reddy, director del sector señala que “hasta la fecha se han repartido más de 3.000 toneladas de forraje, pero debemos seguir trabajando. La situación es crítica”. Asimismo, la Fundación está suministrando agua potable para consumo humano y animal. En total, 33.247 camiones cisterna se desplazan hacia 143 aldeas para distribuir agua a la población. En total, la población beneficiada de este apoyo alcanza las 250.000 personas.
Los campesinos de Buchaiahgaripalli se han organizado para pedir ayuda al Gobierno ante lo que ya ha sido calificado como la peor sequía de los últimos 140 años, y que ha afectado hasta la fecha a más de 330 millones de persones en un país en el que gran parte de la población vive en zonas rurales y depende de la tierra para subsistir. De momento siguen a la espera, pero con la vista puesta en el sector de la construcción de grandes ciudades como Bangalore o Chennai. “Tenemos que empezar a pensar en el futuro, no podemos seguir mirando al cielo” sentencia Keshva.
Texto: Aina Valldaura
Fotos: Nagappa
Fundación Vicente Ferrer
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