Fin de semana: mudanza, cajas vacías, cajas llenas, bolsas de basura y de supermercado, calor, calor, alquiler de furgoneta, calor, calor, alerta naranja y furgoneta sucia, no es Mercedes, hoja de reclamaciones, calor, cajas, peso, pesado, calor, desmayo en lugar de sueño.
Lunes: empiezo el trabajo, fresquito, poquito a poco, fresquito y aire acondicionado, pero pintores en casa, les pongo una tapita de queso que miran despreciativamente porque tienen una nevera llena de historias, pero yo la ofrezco, que así me enseñaron.
Martes: no encuentro nada y hay polvo y botes de pintura enormes en el salón, guardarlos, mis gatos ya pueden salir, un poco de calor, pero luego fresquito en el trabajo, luego fresquito en casa, ya que encontramos pilas para el aire.
Miércoles: el instalador de la cocina, yo no puedo recibirlo, me pone un color que no pedí, calor, enfado, enfado, calor, calor, alta de internet (tardará una semana aproximadamente), aprovechar el trabajo como buen español que se precie (¿de qué? bueno, de listo/a).
La semana se está haciendo larga pero, por algún motivo, me siento viva, despierta, aunque sin tiempo.
Mañana es mi cumple y no podré ni pensar en ello: carpintero, pintores y trabajo (8 horas, turno partido en recepción de una ludoteca-centro psicológico).
Pero estoy bien, sí. Estoy bien.