Un grupo de voluntarias católicas de Valencia está llamando por teléfono durante el periodo de confinamiento a mujeres mayores que viven solas, en un proyecto solidario de acompañamiento que han denominado “Operación Caperucita” para acompañar y conversar con “estas abuelitas” y mitigar, así, su soledad y miedo ante la pandemia por el Coronavirus.
Así, lo que comenzó siendo una iniciativa personal de la valenciana Alicia Chueca, ahora se está extendiendo por toda España.
Este proyecto solidario está atendiendo, en la actualidad, a una veintena de mujeres mayores que viven solas y que reciben cada día la llamada de una voluntaria, una “caperucita”.
Cuando comenzó el confinamiento por el estado de alarma por el COVID-19, Alicia, integrante del Opus Dei, se puso en contacto también con las Carmelitas Samaritanas de Valladolid. “Ellas nos consiguen mayores de toda España que viven solas y que se han visto confinadas en sus casas sin poder salir”.
“Cuando salimos de casa, hablamos con muchas personas distintas a lo largo del día: con la cajera del supermercado, el dependiente de la frutería, la camarera de la cafetería”. Así, “nuestras llamadas son como simular esa salida, es una ventana a la calle o como un patio de vecinas”, explica la responsable de este curioso proyecto.
Según explica, “el boca a boca entre parroquias y comunidades es lo que mejor ha funcionado. “Todas las caperucitas y las abuelitas somos católicas y lo hacemos como una obra de caridad, no como un cotilleo”. “No somos intrusas sino acompañantes en el confinamiento”, aclara.
Paquita, 86 años, ha perdido a su hija de 57 años
en la pandemia y espera cada día la llamada de su ‘Caperucita’
La organización es sencilla, un grupo de WhatsApp con 32 voluntarias y una veintena de mujeres mayores a las que se llama cada día. Todos los días, a primera hora Alicia asigna a las “caperucitas” una "abuelita" a la que debe llamar. Y el resto ya es cosa de cada una.
Pero después de tantas semanas se conocen entre todas y gracias a su grupo de WhatsApp están al tanto de cada una de las "abuelitas"
Entre las atendidas figura Paquita, de 86 años, “que tiene una pena muy grande en el corazón, pues hace tan solo unas semanas perdió a su hija, de 57, en medio de la pandemia”. Paquita vive sola, en el barrio valenciano de Ruzafa, y se vale por sí misma, aunque desde que empezó la crisis sanitaria le cuida una mujer.
Las llamadas “me han dado alegría y paz cuando más lo he necesitado. Me han dado cariño y mucho ánimo. Si no fuera por ellas estaría hundida”, asegura Paquita y añade que las voluntarias “son jóvenes y tienen gracia para hablar”. “Yo soy creyente, de la parroquia San Francisco de Borja, pero la fe que tienen ellas es una maravilla del cielo”. Destaca Paquita que espera cada día la llamada de su “caperucita’”. “Cuando quiera el Señor ya me llevará con mi hija”, confiesa.
Por su parte, las voluntarias expresan también su satisfacción. “A mí me aporta mucho, me lo paso muy bien y en este tiempo he aprendido muchas cosas de las abuelas, como a hacer arroz con leche en versión asturiana, bizcochos de todo tipo y flanes”, así lo explica Alicia Chueca.
Para Alicia, charlar con las abuelitas es como realizar un repaso a la Historia de España de los años 60. “Han vivido sus vidas y han estado activas, han sido profesoras, modistas o amas de casa... han tenido familias e hijos y te cuentan los viajes que han hecho con sus maridos o sus batallitas”, explica Alicia, a quien no le importaría que la iniciativa perdurara en el tiempo, incluso después de recuperar la nueva normalidad. “Muchas de las abuelitas ya nos han dicho que no quieren que dejemos de llamarlas, que es una alegría que tienen en el día”, afirma.
AVAN