Para los titiriteros, sólo cárceles de guiñol
"¿Nadie se ha parado a pensar en lo surrealista que es todo? Mejor dicho, ¿nadie se ha parado a pensar?"
Si España fuera un país normal, la compañía Títeres desde Abajo no volvería a ser contratada por una institución pública hasta que no ofrecieran un mínimo de calidad en sus espectáculos. Si el clima político de Madrid no estuviera tan viciado por los que han mangoneado la ciudad durante siglos (con el honroso paréntesis de los años 80), la cagada de los programadores del carnaval hubiera quedado resuelta con el cese de su responsable técnico. Pero, ni en un caso ni en otro, ha sido así.
Lo cierto es que la obra “La bruja y don Cristóbal” es mala de solemnidad y, a un público adulto, sólo le escandalizaría que sus responsables hayan cobrado dinero público por su representación, cuando no deberían haberlo hecho ni pagando. Si a eso añades que se programó como espectáculo infantil, algo que sólo puede obedecer a la edad mental de quien lo hizo, ya tienes montada una completa escenografía para poder liar la de “Dios es Cristo” quedando, a mi juicio, en un ridículo absoluto. Dando por cierto que la estupidez humana tiende al infinito, fue la propia Policía Municipal de Madrid quien detuvo a los titiriteros (hecho que tendría algo de justicia poética, ya que fue el ayuntamiento quien les contrató) pero, no por dejar patidifusas a las criaturas que lo contemplaban, sino por ¡Ole sus cojones! Enaltecimiento del terrorismo.
Para no parar esta espiral del absurdo, el juez de guardia de la Audiencia Nacional, se hizo eco de la propuesta del fiscal y dictó prisión para ambos aprendices de titiriteros, con un auto que no he leído pero que debe finalizar con un significativo: “Y también dos huevos duros. Moc-Moc. En vez de dos, pon tres…”
¿Nadie se ha parado a pensar en lo surrealista que es todo? Mejor dicho ¿nadie se ha parado a pensar?
Relativizando un poco, podríamos argumentar que, el contexto del Carnaval, es iconoclasta, rebelde, contestatario, burlón, inconformista, sacrílego o, incluso, revolucionario por su propia naturaleza y si despojamos de adjetivos el concepto, nos quedamos lisa y llanamente con la Libertad de Expresión, un curioso derecho que se arrogan los que, a diario, lanzan sus ponzoñosas invectivas contra todo lo que no huela a naftalina franquista y que luego se rasgan las vestiduras cuando algún mandoble les llega en sentido contrario.
Si no fuera porque hay dos personas privadas de libertad, este vodevil chusco daría para muchos chistes y gracietas pero, lo cierto, es que hay dos hombres recluidos en un calabozo con un horizonte tan oscuro como incomprensible y miles de mentes inquietas haciendo cola metafóricamente a las puertas de la Audiencia Nacional por delitos de pensamiento.
Cuando Orwell ideó la Policía del Pensamiento para “1984” no pensó que, 70 años más tarde, en España se copiara, mejorara y perpetrara su modelo ficticio.
Un triste tigre
* Fermín Álvarez es autor del blog "Un triste tigre".
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