Constantemente observamos grandes casos de corrupción y de delitos fiscales dentro de la esfera política española que aparecen en medios de comunicación día sí, día también, pero puede que la sociedad ya lo haya asumido y haya dejado de escandalizarse. Así opina Francesc Núñez, director del Grado de Humanidades de la Universitat Oberta de Cataluña (UOC), quien asegura que determinados políticos acusados de corrupción "han dejado de avergonzarse por ser desprestigiados públicamente". Que la sociedad haya admitido la corrupción política es el principal motivo que ve Núñez para explicar la pasividad ante estos casos. "Aquello que es normal, lo que forma parte del mundo diario, se acaba haciendo invisible, pasa desapercibido. La repetición de un hecho puede acabar teniendo un efecto normalizador o invisibilizador", afirma el experto. Sin embargo, considera que porque hayamos asumido esta realidad, no deja de ser "una falta moral y una forma de degradación de la acción social y política". Añade que cuando alguien experimenta un hecho por primera vez le impacta, pero cuando lo ha experimentado durante muchas veces, deja de tener el interés del principio porque se hace rutinario. No obstante, el experto considera que "aquello que es inmoral, injusto o percibido socialmente como deplorable no debiera pasar desapercibido ni producir menor indignación".
Asimismo, Núñez plantea las razones por las que los políticos corruptos han dejado de sentir vergüenza. "La vergüenza es una emoción, saber o imaginar que los demás no piensan de tí lo que querrías es la causa de la vergüenza", añade. Y el hecho de querer normalizar dichas situaciones son las que hacen que sean pocos los políticos quienes enrojezcan, se avergüencen, confiesen o pidan perdón cuando se les señala públicamente como corruptos. Por eso el experto señala que "en la acción política no suele haber lugar para la vergüenza", ya que cree que ésta se hace efectiva cuando la persona que debería avergonzarse está al mismo nivel que el ciudadano, y normalmente esto no ocurre, por lo que el político poderoso "no se avergüenza de sus acciones ante los inferiores, porque le importa poco qué piensen de él", concluye.
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