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“Fui ultrajada dos veces. La primera cuando me violaron. La segunda cuando fui a reportarlo a la policía: me trataron como culpable y no hicieron nada por condenar al criminal”. Este es el testimonio de Neha, una de las incontables mujeres de India que han sufrido abusos sexuales que han quedado impunes. El país asiático está conmocionado por la violación en grupo, el 16 de diciembre, de Amantar, una estudiante de fisioterapia de 23 años, en un autobús en la capital, Nueva Delhi, y su muerte dos semanas después a causa de las heridas. Desde entonces, las protestas —algunas han terminado en enfrentamientos— no han dejado las calles de distintas ciudades indias y los detalles de la historia aparecen cada día en las portadas de todos los diarios. “Sacudió conciencias por su brutalidad. Pero, por desgracia, este no es un caso aislado: las violaciones son muy comunes en India”, explica la socióloga Ranjana Kumari, directora del Centro de Estudios Sociales, y coinciden con ella todas las activistas entrevistadas. Las violaciones se han multiplicado por 10 en los últimos 30 años, hasta llegar a 24.206 casos en 2011, según cifras oficiales. Pero este número podría ser muy bajo comparado con los crímenes que en realidad se perpetran. Aunque cada vez más mujeres tienen el valor de denunciar los ataques sexuales, todavía podrían ser una mayoría las que no se atreven a hacerlo por el estigma social que provoca. De las violaciones que sí son denunciadas y llegan a los tribunales, pocas son condenadas. Solo el 26% en el año 2011, según los datos de la Agencia Nacional de Registro de Crímenes. En el caso de Neha, ocurrido en Nueva Delhi hace seis, la policía no presentó la acusación formal “por falta de pruebas”, dice la mujer, de 30 años. En este entorno, el hecho de que ayer cinco de los atacantes de Amantar fueran imputados (el sexto es menor de edad) es un paso hacia un mayor rigor por parte de la justicia. “Las mujeres en India se sienten inseguras, piensan que no se ha hecho lo suficiente para protegerlas”, dice la directora del sur de Asia de Human Rights Watch, Meenakshi Ganguly. Uno de los principales problemas podría ser la forma de la policía de abordar los crímenes, dicen los expertos. Los manifestantes están enfurecidos con las fuerzas de seguridad: “La policía de India es una vergüenza: permite las violaciones”, rezaba uno de los carteles. Otros muchos iban en esa dirección. La policía no siempre elabora los informes y a veces no son hechos por falta de personal o de capacidad de investigar bien, dice la directora de Human Rights Watch. Los medios indios contaron a finales de diciembre el caso de una joven de 18 años que se suicidó en el Estado de Punjab porque había sido violada por dos hombres y la policía tardó demasiado en registrar su caso y no detuvo a las culpables. “Han arruinado mi vida”, decía una nota que dejó. Los policías podrían tener prejuicios contra las mujeres que han sufrido delitos sexuales. “Piensan que las verdaderas víctimas no van a la policía y las que van es solo para extorsionar o tienen una moral laxa”, dice una investigación de este año de la revista Tehelka. Usar ropa ajustada, ir a bares, beber alcohol, o tener novio —que no es decente para los más conservadores, que creen que lo deseable es el matrimonio concertado— son considerados motivos que dan lugar a abusos sexuales para algunos policías en Nueva Delhi, según este informe. 17 de los 30 policías entrevistados mostraron fuertes prejuicios contra las víctimas. Uno de ellos dijo, añadía la publicación, que en los bares de la ciudad hay chicas que beben alcohol y están dispuestas a tener sexo, pero “el día que alguien usa la fuerza, se convierte en una violación”. Neha (nombre supuesto) piensa que los policías no tomaron en serio su caso porque la consideraron una “mujer indecente” por salir a medianoche de trabajar en un centro telefónico de atención al cliente. “Un policía me dijo que me lo había buscado por andar sola a esa hora”, dice con voz entrecortada. Además, cuenta que la interrogaron de forma degradante y absurda: si era virgen o si había salido con hombres. La policía niega la falta de sensibilidad: “Las víctimas reciben el mejor apoyo desde que pisan la comisaría”, dice S. N. Shrivastava, el comisionado especial para el entrenamiento de la policía de Nueva Delhi. Cuenta que durante años se ha entrenado en “sensibilización de género” a los oficiales y que, con el reciente caso de violación que ha conmocionado a India, se ha relanzado el programa. El primer grupo de 40 oficiales está recibiendo un curso de investigación de violaciones. En algunos casos más extremos, la policía también ha estado implicada en ataques sexuales y el Gobierno no ha actuado, denuncia Human Rights Watch. Uno de los casos más sonados fue el de Soni Sori, una maestra tribal que asegura haber sido violada y torturada cuando estaba en custodia en el Estado de Chhattisgarh. En la práctica, la policía y otras fuerzas de seguridad son inmunes, pues para que un fiscal pueda llevar un caso contra servidores públicos tiene que obtener un permiso del Gobierno, asegura la ONG. La autora del artículo es Ana Gabriela Rojas. Leer artículo completo en elpais.com.