Raíces de árbol como materia escultórica
El artista Zhang Dehe recupera una antigua y exclusiva técnica de tallado que atrae a los coleccionistas millonarios chinos
Zhang Dehe (Xiangshan, 1955) le estará eternamente agradecido a Deng Xiaoping. Porque si ha prosperado como artista es gracias a las reformas que impulsó a finales de la década de 1970 el sucesor de Mao Tsetung, que primero puso fin al sinsentido comunista de la Revolución Cultural (1966-76) que privó a Zhang de una formación reglada y que luego sumergió al país en el capitalismo al grito de “¡enriquecerse es glorioso!”. Ese golpe de timón ha convertido a China en la segunda potencia mundial, y en el territorio que más multimillonarios alberga tras Estados Unidos. Precisamente, el auge de estos ha permitido rescatar modalidades artísticas que estaban en peligro de extinción, como la que ha hecho famoso a Zhang: la escultura en las raíces de los árboles.
"Es un arte que se remonta al período de los Reinos Combatientes (siglo V a.C), y que, después de un largo declive que comenzó con la llegada del comunismo (en 1949), vuelve a ser apreciado en su justa medida por la propia población china, cuyo creciente poder adquisitivo ha permitido sacarlo del estado moribundo en el que se encontraba", cuenta Zhang en una amplia estancia del museo que inauguró hace ocho años en la ciudad costera de Ningbo, y en el que muestra 200 de las mejores piezas en las que ha trabajado. Hay alegres imágenes de un Buda glotón, retratos de barbudos agricultores que podrían habitar las pesadillas de cualquier niño, y delicadas figuras de mujeres casi etéreas. Algunas piezas, sobre todo las producidas con bambú, caben en la palma de la mano; otras, sin embargo, se yerguen como gigantes hasta los cinco metros de altura.
"Lo más importante de esta técnica, y lo que la diferencia de la escultura tradicional, es mantener siempre intacta la expresión natural de la raíz con la que se trabaja. No es un bloque de madera o un lienzo en blanco, sino una creación de la naturaleza que nosotros reinterpretamos. Por eso, a mí me gusta más definir este trabajo como grabado que como tallado". La peculiaridad del material es también lo que hace que cada pieza sea única e irrepetible, una característica que resulta especialmente atractiva para los coleccionistas chinos. "El trabajo sobre la madera suele llevar entre 10 y 20 días por cada obra, pero lo más difícil es dar con el diseño adecuado para cada raíz. Eso puede llevar meses, e incluso años. De hecho, tardé más de una década en terminar mi obra Laoxiu”. La recompensa, eso sí, está a la altura del esfuerzo: sus piezas pequeñas se cotizan entre 30.000 y 50.000 yuanes (3.700 y 6.100 euros), y las más elaboradas cuestan millones (cientos de miles de euros). El autor de este texto es Zigor Aldama. Leer noticia completa y ver hilo de debate en elpais.com.
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