Rediseñar la empatía

Domingo, 31 de marzo de 2013 | e6d.es
• ¿Lo que siento al ir en una silla de ruedas es lo mismo que siente una persona con ruedas por pies desde hace 25 años por culpa de un accidente?

Seguro que algunos de vosotros conocéis programas y proyectos educativos o sociales que pretenden acercar la realidad de las personas con discapacidad a la población general, buscando así aumentar la empatía hacia la vida y las necesidades de las personas que ven con sus oídos, que hablan con sus manos o que andan sobre ruedas.  Algunas de estas actividades consisten en charlas o vídeos que cuentan en primera persona la vida de alguien que, por cuestiones de nacimiento, por alguna enfermedad o porque una mala curva la da cualquiera, han tenido que enfrentarse a un plan que no estaba en sus planes y a una realidad nunca diseñada para ella.
En otras ocasiones estos proyectos de sensibilización consisten en participar en actividades o circuitos en los que por unos instantes te metes en la piel de ciegos, cojos, sordos, parapléjicos,… De esta manera te enfrentas a la dificultad de desplazarte por unos minutos en silla de ruedas y de tener que superar una serie de barreras; o experimentas los problemas y la inseguridad de moverte  e interaccionar con el entorno y las personas cuando, con un antifaz en los ojos y bastón en mano, el único intermediario entre el mundo y tú son los sonidos y el sentido del tacto; o vives por unos minutos el abismo que hay entre los demás y tú y te sorprendes de lo ensordecedor  y extraño que puede llegar a ser el silencio absoluto cuando te colocas unos cascos aislantes.
Si has probado algunas de estas u otras experiencias, casi con toda seguridad te habrás sentido por unos instantes muy cerca de las personas para las que estas situaciones son mucho más que un juego, y muy probablemente te hayan hecho pensar: “si tuviera que renunciar a algo, ¿qué discapacidad preferiría?”
No trato de poner aquí en duda la utilidad de estas actividades creadas para educarnos en la inclusión, en la empatía y el respeto a lo diferente, ni pretendo negar con este post su poder para ayudarnos a ponernos en sus lugares comunes y ser así más sensibles ante muchas cosas cotidianas para las que nuestra capacidad nos discapacita.
Sin embargo intuyo cierto riesgo, algo que no termina de gustarme en ellas. ¿De verdad es lo que yo siento al ir en una silla de ruedas lo mismo que siente una persona con ruedas por pies desde hace 25 años por culpa de un accidente? ¿Mientras estoy en este escenario son equivalentes mis sensaciones a las de una persona sorda, a las de un joven con un mínimo resto visual o las de una chica de 28 años con síndrome de down? No lo creo, mi inutilidad para manejar una silla de ruedas o para andar a ciegas no debe ser la misma, mis sensaciones mis emociones, mis pensamientos no deben ser tan parecidos a los suyos.
Nos falta la habilidad de los murciélagos que desarrollan los ciegos para guiarse y comunicarse sin referentes visuales, la fuerza y la pericia en los brazos y en el cuerpo de los que llevan miles de kilometros rodados, el aprendizaje, las capacidades y el carácter de las personas con discapacidad intelectual  que han aprendido a ser ellos mismos en un mundo en el que nosotros nos sentiríamos perdidos en busca de nuestro papel.  
Estas actividades de sensibilización son anécdotas, pero para entender necesitamos la biografía. Estas prácticas educativas son un lugar en el mapa, un destino, pero para entender necesitamos conocer el viaje. Ese escenario personal, esa biografía le da un significado totalmente diferente a estas experiencias aisladas.
Vivir cada instante sin ver, sin oír, no moviendo más que la cabeza, o ser mirado cada  día como si fueras una niña porque tu cara down es un reto para la inteligencia debe construir inevitablemente una experiencia diferente del vivir en un entorno incapacitante. 
Por todo ello me gusta el vídeo que dejo en esta entrada. Porque se aleja de los falsos atajos delinspiration porn. Porque trabaja desde la verdad y la sencillez. Porque todo es mucho más simple, porque se trata de devolverles la voz a los protagonistas, dejar que muestren lo que ellos son, dejarles que elijan sus personajes y que se desnuden colocándose las máscaras que quieran, darles el guión, la cámara, el escenario… Y sentarse a ver. Y disfrutar.
El autor de este texto es Manuel Calvillo. Leer artículo completo en su blog La tiranía de la normalidad