Ser pobre en España no es tener hambre, pero sí mala calidad de alimentación
Lunes, 31 de marzo de 2014 | e6d.es
• España a la cabeza en pobreza infantil en la Unión Europea
Siete veces se mencionó la palabra infancia, en 17 ocasiones se dijo niño, y ninguna niña, en los dos días que se prolongó el debate del Estado de la Nación celebrado el pasado febrero. Siempre en referencia a la situación de pobreza que aumenta en este colectivo de la sociedad. El primero en sacar el tema fue el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba; y Rosa Díez, de UPyD, fue la que más tiempo dedicó a denunciar este problema en la tribuna del Congreso, que se resume en una cifra: más de dos millones y medio de menores viven en hogares por debajo del umbral de la pobreza relativa, es decir, con menos de 14.784 euros para dos adultos y dos hijos (308 euros al mes por miembro de la familia), según datos de Unicef y Save the Children en base a las estadísticas del INE.
El dato coloca a España a la cabeza en pobreza infantil en la Unión Europea, solo por detrás de Rumanía, según datos de Eurostat de 2013 recogidos en un informe publicado por Cáritas Europa el pasado jueves, que solo se basan en la renta. Lo que da cuenta de la magnitud de un problema que, una vez radiografiado y denunciado, abre importantes preguntas y, sobre todo, la urgencia de responderlas. ¿A quién afecta en un país en crisis pero, en definitiva, rico? ¿Qué medidas se han tomado? ¿Cómo romper el círculo de pobreza que ha atrapado a los adultos del futuro? ¿Qué efectos puede producir no hacerlo tanto en los pequeños como en la sociedad en su conjunto?
Paloma (nombre supuesto) y su familia saben muy bien lo que esconden las cifras y sus consecuencias. Esta madre de una niña de cinco años y un chaval de 12 no puede contener el llanto al reconocer que el mayor ha llevado muchos meses zapatillas con agujeros en la suela. “Hasta que se dio cuenta mi madre y me dio para que se las cambiara”, dice después de un largo silencio para recomponerse de la emoción. En casa de Paloma no hay dinero para ropa nueva o ir al cine desde 2008, cuando su marido fue despedido —“el mismo día que nació mi hija”, dice— y quebró la última de las tres carnicerías que tenían, dejándoles una importante deuda con Hacienda y la Seguridad Social. En poco tiempo ya no podían pagar la hipoteca de sus dos viviendas (una de ellas en la playa) e incapaces de venderlas, acabaron desahuciados en 2009, agotando los subsidios y sin más apoyo que la familia.
“Ser pobre en España no es tener hambre, pero sí mala calidad de alimentación. No es no poder ir a la escuela, sino no tener material para estudiar. Hablamos de falta de oportunidades y vulneración de los derechos de los niños”, apunta Marta Arias, directora de sensibilización y políticas de infancia de Unicef España, en el marco del debate celebrado por EL PAÍS y la Fundación La Caixa sobre pobreza infantil.
“Pobre también es el niño que se siente como tal comparándose con los demás, que ve que no tiene opciones. Notas que les falta la esperanza, que perciben el cabreo en casa. Es una tristeza que el niño no puede soportar”, dice el psicólogo y pedagogo, Bernabé Tierno, interviniente en el debate. Una descripción en la que encaja la mayor de las hijas de Amparo Pastor, madre de dos niñas de uno y nueve años. El matrimonio está sin trabajo desde hace dos años, cuando él perdió su empleo como vigilante de seguridad y ella ya no encontró ninguna casa más que limpiar. Los 500 euros de paro que cobra el marido no dan para mucho en una familia de cuatro en Valencia. “Nos falta de todo: alimentos, materiales para el colegio, ropa… Ella nota la tensión en casa. Nosotros procuramos no enfadarnos o alterarnos, pero cuando llegan los recibos y nos los puedes pagar…”, lamenta Pastor. “La niña a veces nos da ánimos, pero otras llora. Eso me pone mala”, relata. Leer noticia completa en elpais.com.