Un día me hizo una entrevista una periodista para el Heraldo de Aragón y me preguntó (¡qué original!):
Me imagino que habrá sido difícil llegar hasta donde has llegado.
(Refiriéndose a mi doctorado, mi trabajo como científico del CSIC, etc.)
Nótese que, mucho más que de una pregunta, se trata de una afirmación.
Claro, la señora ve que voy en silla de ruedas, que tengo la columna torcida, los brazos flaquitos, que no puedo levantar un vaso de agua (no digamos ya levantarme, vestirme, ducharme o lavarme el culo) y ¿qué va a pensar? Es obvio... Difícil, no. ¡Inimaginablemente difícil! Horrendamente complicado. Como subir al Everest caminando con las manos mientras miles de abejas te van picando en las córneas y llueven meteoritos ardientes sobre tu cuerpo torturado.
Por eso, supongo que se sorprendió un poco cuando le contesté:
Pues la verdad es que no. Realmente ha sido bastante fácil.
A esta señora le ocurre lo mismo que a la mayor parte de los humanos (incluido un servidor): No tenemos ni idea de cuáles son las cosas que nos hacen felices, ni de cómo, dónde, cuándo y por qué lo hacen. Y, como no tenemos ni idea, nos vamos sorprendiendo todos los martes por la mañana. Como un niño de tres años en un parque. ¡Uy, mira lo que hace la mariposa! ¡Uy, la piedra bota en el agua! ¡Uy, un caracol que se esconde!
Esto es así porque la felicidad en la vida no depende de solo una de las circunstancias que la conforman. Como también dice Gilbert, y también
explico en mi artículo, una vida está hecha de muchísimas circunstancias (soy alfarero, judío, tengo un perro, dos hijos, vivo en Granada, me gusta la fórmula 1, leer a Kierkegaard y escuchar a los Beatles, soy primer premio de poesía en el instituto, viajo un poco, tengo psoriasis, me dan miedo las arañas y soy cascao), y sólo una de ellas (o unas pocas) tiene que ver con la discapacidad. Es absurdo pensar que, basándose en una única circunstancia vital alguien sea capaz de predecir cómo se siente otro, o cómo se sentiría uno mismo.
Así que no, lo siento, nacer con una discapacidad no es una "putada" ni para el niño ni para la madre... lo será a veces, y a veces no. Dependiendo de muchísimas otras cosas.
Y quiero dejar claro un punto. Pienso que, en general, es mejor andar que ir en silla, o ser vidente que ser ciego. Pero también es mejor tener 100.000 € en el banco que no tenerlos. Es mejor ser alto que bajo, guapo que normalico, delgado que fondón, querido que ignorado, no-celíaco que celíaco. Es mejor vivir en España que en Corea del Norte... y así puedo seguir hasta que me canse.
Pero, para que algo califique como "una putada", entiendo que no basta con que exista una alternativa mejor que, lamentablemente, no posees. Si no, ser bajito sería una putada, y tener un perro que se llame "Bobby" también (ya que "Rambo" mola mucho más como nombre de perro). Entiendo que "una putada" es algo que te empeora gravemente la vida y, señores, lo siento, pero éste no es el caso de la discapacidad. Al menos no es el caso siempre, sino que, como digo, depende de muchas otras circunstancias.
Por eso, cuando mi socio contesta a una pregunta habitual de la siguiente manera, también discrepo:
"Si tu pareja estuviera embarazada y la ecografía mostrara que nacerá con defectos físicos, sensoriales o mentales, ¿abortarías?" Mi respuesta es un rotundo sí. La vida ya es bastante complicada, ¿qué necesidad hay de añadir más problemas?
Por un lado, como he dicho al principio de este artículo, tengo una discapacidad física elevadísima y, a pesar de eso, he tenido una infancia, una adolescencia y una adultez (al menos lo que llevo de ellas) considerablemente felices. Por lo que percibo de mis congéneres, y corriendo el riesgo de equivocarme, más felices que las de la mayoría. Tengo una familia maravillosa, un trabajo perfecto, una mujer inteligente, sensible y hermosa, tengo unos amigos excepcionales, hago todo los días cosas que me llenan, aprendo todos los días algo nuevo, viajo de vez en cuando, tengo cierta estabilidad económica y me encuentro bastante bien de salud.
Por eso, si piensas que tener una discapacidad es una putada, voy a pensar que no sabes mucho de cuáles son los ingredientes que hacen falta para llevar una vida feliz. Como yo sí llevo una vida feliz, lo cual sugiere que algo sé de los ingredientes necesarios, me la voy a jugar y te voy a decir que lo más probable es que sea más feliz que tú.
Yo. Sí, yo. Con mi insoportable discapacidad de Satán. Más feliz que tú.
Si crees que tener una discapacidad es una putada (o crees que lo sería para ti, me da igual), yo te contesto que lo que de verdad es una putada es ser tú. Perdón, matizo: Para mí, sería una putada ser tú. Quizás tú eres feliz siendo tú, pero yo no podría soportarlo.
Y, si crees que te estoy insultando, teniendo en cuenta que tú me has insultado primero (usando exactamente el mismo formato de insulto que te he dedicado yo a ti), sólo queda salir fuera del bar y darnos de hostias. El de la foto soy yo. Para que me reconozcas. Leer noticia completa y ver hilo de debate en
eldiario.es.