¿Te has parado a pensar que cada vez necesitas más cosas para vivir? Mil cosas para la cara, trescientos productos para limpiar la casa cuando a la abuela los cristales le quedaban de muerte con vinagre y papel de periódico ¿Has comprado alguna vez algo que funcionaba bien hasta que un día, como por arte de magia, se muere en tus manos? Seguro que muchas veces te ha pasado que has comprado algo que te ha costado un riñón, después te has arrepentido de ello y no has encontrado otra solución para tu atormentada alma más que salir corriendo al Zara en una excursión terapéutica, con la Visa en la boca. ¿Qué nos está pasando?
Esto son unas preguntas que seguro te han pasado alguna vez por la cabeza. A mí por lo menos me dio la cosa esa el otro día trasteando por Amazon a punto de comprarme un colisionador de hadrones de bolsillo que vi de oferta (muy práctico para yo que sé que). No sabes la rapidez con la que cerré la APP y el gustazo que me dio. Desde entonces ando convencido de que Marx se equivocaba con la religión, de ver cómo estamos hoy en día hubiese gritado que el consumismo es el opio del pueblo. Acto seguido se hubiese hecho fraile capuchino.
Nos han vuelto verdaderos esclavos que sirven para comprar lo que otros quieren haciéndonos creer que lo necesitamos aunque sea malo para nuestra salud. No les importa decirnos que si no cabes en una 38 estás gord@ .La cosa es vender esos trapitos, los trastornos y enfermedades que nos originan no les importan demasiado.
En algún momento han aprovechado se nos “ha ido la pelota” para meternos un chip en la cabeza que dice “compra, compra, compra, cuantas más cosas tengas más feliz serás”. Dicen los que saben que puede que fuese en USA, después de la Gran Depresión y la II Guerra Mundial cuando se dio el salto a la economía de consumo y pasamos a ser consumidores (cosas de la evolución, parece ser). Ya nunca más seríamos ciudadanos o seres humanos, sólo consumidores. Desde entonces la cosa ha ido a más y ahora ya no somos más que unos seres que viven para comprar, que no conocen otro ocio más que ir a los centros comerciales (bueno, eso era antes, ahora con Amazon ya ni eso) a gastar un dinero que cada vez nos cuesta más conseguir, porque eso de trabajar está muy mal y si lo consigues casi seguro que no vas a salir del “club de los pobres”. Ah!, ¿Pero de te había ocurrido creerte eso de que “ya hemos salido de la crisis”? Entonces lamento pedirte que te cojas la escalera y te bajes ya del guindo (aunque Bañez diga lo contrario). No saldremos nunca de esto mientras nos empeñemos en dejar nuestras carteras abiertas en manos de los que nos dicen que todo se puede comprar y vender.
Nos han metido en la cabeza que la felicidad es poseer, una casa, un coche, un “pepinaco” de bici como si fueses a correr LeTour o el cacharro más moderno. Con ello consiguen que el dinero no deje de fluir hacia sus bolsillos transformándonos en una especie de esclavos que trabajan para ellos para conseguir un dinero que invertimos en comprar, a precio de oro, las cosas que ellos mismos nos venden. Párate a pensarlo, es escalofriante.
Piénsalo un poco, lo que nos venden no es la felicidad (lo siento, MediaMarkt) sino más bien lo contrario. No necesitamos casi nada para ser felices. ¿Te has parado a pensar que una puesta de sol, un poco de amor de los tuyos o un soplo de aire fresco son cosas que no cuestan dinero y realmente reconfortan el alma? Piensa en que puedes romper esa rueda y ser un poco más feliz. No te sientas culpable por no ser “el más moderno” porque igual de lo único que somos culpables es de ser víctimas del marketing. Hasta el planeta te lo agradecerá.
No hace falta que te vuelvas un asocial que vive en una cueva aislado del mundo. Sólo basta con que entiendas que el consumo responsable puede conseguir que seas más feliz y hasta que tengas más dinero en el bolsillo. Además generarás menos basura y oye, eso se agradece. Si cada vez fuesen más los que pensaran antes de tirar de Visa el modelo se vería obligado a cambiar. Volveríamos a producir cosas “bien hechas” y con un poco de sentido común, como las sábanas de la bisabuela que todavía son blancas o tu primer móvil, ese que encontraste el otro día en un cajón y todavía funciona. Si consiguiésemos sacarnos de la cabeza el comprar por comprar y el usar y tirar que tenemos en el ADN seguro que todos seríamos más felices.
Salva Colecha
* Salva Colecha es colaborador de El Seis Doble. Su espacio, aquí.
* Salva Colecha es autor del blog "En zapatillas de andar por casa".