Tráfico infantil: "A veces, son las propias familias las que venden a sus hijos por 30 o 40 euros"
1,2 millones de niños y niñas son víctimas de este problema en todo el mundo
“Un día estábamos en casa y mi padre me dijo que nos íbamos a Nigeria. Allí había una mujer y mi padre me vendió. Cuando cogió el dinero, me dijo que esperara, que iba a comprar pan. Yo me quedé callado. Se fue”. Rachidi había sido vendido por 50 euros, sin más explicaciones. Tenía solo 11 años cuando fue obligado a trabajar en el servicio doméstico, rodeado de gente que desconocía. Fue explotado y maltratado por aquella mujer, hasta el día en el que decidió huir y tuvo la suerte de dar con gente dispuesta a ayudarle. El suyo es uno de los testimonios del documental "No estoy en venta", que denuncia la situación en la que viven más de 1,2 millones de niños y niñas víctimas del tráfico de menores, de los cuales el 32% son africanos, según la Organización Mundial del Trabajo. El vídeo, elaborado por Misiones Salesianas bajo la dirección de Raúl de la Fuente, pone el foco especialmente en Benín y en el trabajo del Centro Don Bosco Porto Novo, que se ha convertido en un referente nacional en la lucha contra el tráfico infantil y que acoge a una treintena de niños y niñas como Rachidi. Con su director, Juan José Gómez, nos encontramos en Madrid.
Su centro que está en constante contacto con las víctimas, ¿cómo describiría el tráfico infantil en Benín?
Cuando hablamos de tráfico infantil, en el 90% de los casos hablamos de menores que son captados en zonas rurales y trasladados a las grandes ciudades, donde existe una gran demanda de mano de obra barata. El 40% se ocupa del servicio doméstico. Mientras que la gente va a trabajar a oficinas o al mercado, estos chicos y chicas se quedan en la casa haciendo la comida, limpiando la casa o cuidando de los menores de la familia, que son niños como ellos. Otro campo común de trabajo es el comercio, al que se dedica el 26%. Utilizan a menores para que vayan al mercado a vender agua, pasta de maíz, fruta, etc. Los niños no pueden volver hasta que no lo hayan vendido todo porque tienen que rendir cuentas. Trabajen donde trabajen, son habitualmente explotados.
El 10% restante de los casos es tráfico infantil externo, es decir, niños que cruzan la frontera, fundamentalmente hacia Nigeria, Gabón y Congo, con similares condiciones de trabajo. Cuando los cambian de país, en muchas ocasiones ni siquiera llegan a enterarse porque lo que reconocen es su etnia, su religión, no una región u otra.
¿Cómo empieza todo?
La captación de los menores se produce en los propios poblados, pequeños pueblos, donde viven familias pobres, numerosas y desestructuradas. Son regiones donde llueve muy poco -por lo que hay poca cosecha y hambruna-, lugares donde el índice de escolarización roza el 30 o 40%. Hay un acceso limitado a la educación porque las escuelas están a cinco o seis kilómetros y en ellas los profesores tienen a su cargo a 70 o 60 niños. Las familias sienten que no hay futuro, ni oficio que puedan aprender los chavales.
A veces, son las propias familias las que venden a sus hijos por 30, 40 o 50 euros. Otras veces, son engañadas con promesas. Aparece alguien, puede ser un conocido, que les ofrece llevárselos a la ciudad y las familias piensan que yéndose tendrán más oportunidades que en el poblado, donde se sufre para comer una vez al día. Surge de ahí, de esa pobreza. También hay que tener en cuenta que, culturalmente en Benín, no está mal visto que un niño trabaje y la percepción es que se le está enseñando a autogestionarse, a prepararse para la vida de adulto.
¿Qué consecuencia tiene para los niños ser arrancados así de su entorno familiar?
Una vez que los llevan a la ciudad, están expuestos al maltrato, a los abusos sexuales, etc. El tráfico infantil corta de raíz a los niños. Sufren una falta total de identidad y de afecto. Se preguntan por qué sus padres o su familia le ha hecho eso. Se sienten heridos y eso favorece la agresividad, desconfianza y que se encierren en sí mismos. La realidad es que muchas de las familias no saben las consecuencias que tienen para estos menores las decisiones que han tomado. Leer noticia completa eldiario.es.
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