La tortuga protagonista del vídeo reposaba de manera plácida en la orilla de una playa hasta que, tras volver al agua y observar en sus demarcaciones a un tiburón, de pronto, se transforma en una "máquina de lanzar mordiscos". El escualo, que rehúye al quelonio, se quedó con los bocados de recuerdo en su cuerpo de torpedo.
Las tortugas no tienen dientes, pero su fuerte mandíbula afilada con forma de pico les permite devorar su alimento y asestar certeros bocados también a sus agresores.
El cine ha contribuido a crear la imagen del tiburón como gran depredador, pero en realidad es una especie muy frágil. Y muy valiosa para el mantenimiento del ecosistema en el que vive: "Al encontrarse en lo más alto de la cadena trófica, ejerce una función de regulación muy importante sobre el resto de especies", subraya la responsable de Comunicación de la Fundación para la Conservación y Recuperación de Animales Marinos (CRAM) Elsa Jiménez. Leer noticia completa en elperiodico.com.