Bullying, mentiras y otras gaitas
"Todos tenemos derecho a nuestros minutos de gloria, por muy vacía que sea nuestra particular existencia"
Lo que ahora se conoce como bullying ha existido siempre, aunque se llamase de otra manera o, simplemente, no se llamase de ninguna. El bullying, acoso escolar, novatadas, etc., fue, es y seguirá siendo lamentable, pero entra dentro de lo necesario en el desarrollo humano. Lo curioso es que llega un momento en esta evolución de nuestra sociedad en la que puede ser más lamentable y criticable el sobreproteccionismo de los padres hacia sus hijos que el propio bullying. Vamos a crear una generación de inútiles integrales si no les dejamos espacio para respirar ni para equivocarse. Los padres deberían acostumbrarse a vivir su propia vida (lamentablemente muchos no la tienen y se han de entretener con la de los demás) en vez de empeñarse en vivir la de sus hijos, cosa que no les corresponde. Se confunde educación con proteccionismo y derechos con obligaciones. Resultado: una generación que no sabrá ni peinarse y que se creerá con todos los derechos del mundo sin ninguna obligación a cambio. Gente que desconocerá el valor del dinero y de las cosas, incluso de las propias relaciones humanas. Y todo eso no será por culpa de ellos, nuestros jóvenes, sino por culpa de la generación anterior que hemos demostrado ser unos inútiles integrales a la hora de educar a nuestros hijos en los valores correctos. Luego llegan también las mentiras y las exageraciones, o las ganas de salir en las primeras planas de los periódicos. Al fin y al cabo, según dicen, todos tenemos derechos a nuestros minutos de gloria por muy vacía que sea nuestra particular existencia.
¿Qué hay de cierto en el bullying del colegio público Anselm Turmeda de Mallorca?
Último caso que ha saltado a los medios, con familiares histéricos denunciando una agresión cuasimortal de una niña de ocho años, exigiendo la expulsión de alumnos; otros padres negándose a llevar a sus hijos al colegio en vista de la situación de enorme violencia que parecía estar desarrollándose allí (uno se imaginaba a alumnos armados hasta los dientes con metralletas esperando a que se abriesen las puertas del colegio). Parecía el apocalipsis bíblico, el fin del mundo, una situación que superaba a la de toda el hambre del mundo y las guerras que asolan la Tierra. Nada parecía haber más importante que esa niña de ocho años pixelizada en las fotos de los periódicos, a punto de morir de una paliza a manos de sus compañeros. ¿Y al final qué? ¿En qué ha quedado todo? ¿A quién se le van a pedir responsabilidades ahora?
Hay varias teorías de lo que sucedió en realidad en el patio del colegio, pero no voy a entrar en detalles idiotas; al fin y al cabo todos hemos protagonizado escenas parecidas en nuestra infancia; siempre han habido envidias, riñas, discusiones… Y nunca ha pasado nada (algún brazo roto o una nariz sangrante, nada más). Es algo necesario en el desarrollo humano; no podemos pretender tener a nuestros hijos alejados de la lluvia toda su vida. Seamos realistas y dejemos que vivan su vida fuera de la burbuja de cristal que parece ser que nos empeñamos en crear a su alrededor.
Al final eso que decía la histérica familia de que la niña «tiene desprendimiento de riñón [algo que por cierto yo no había oído nunca], fisura de costillas y contusiones en el pie y el codo», ha quedado en nada.
Esto es lo que finalmente ha dicho el fiscal basándose en los informes médicos: «Según los diferentes partes médicos hasta ahora emitidos, no revisten sino la consideración de leve, sin coincidencia alguna con muchas de las afirmaciones al respecto surgidas en los medios de comunicación y que pueden suponer matices muy importantes en cuanto a lo sucedido».
Aquí la perjudicada ya no es la niña. Con todas las falsedades que se han estado lanzando a la prensa se ha perjudicado a mucha más gente: a los supuestos agresores (que no lo son tanto), a otros alumnos y familiares a los que se les ha metido el miedo en el cuerpo, a los profesores, a los que se les ha acusado de falta de observancia y seguimiento…
¿Qué pasará ahora? ¿Habrá alguna consecuencia contra el histerismo demostrado por esta familia?
Seguro que no. Volvemos a lo de siempre, todos nos creemos el ombligo del mundo, todos los derechos se han inventado para protegernos a nosotros y las obligaciones son para que los demás no puedan hacernos daño a nosotros. Eso es justicia. Así nos va en esta sociedad cada vez más acomplejada e inútil.
No quiero dármelas de listo ni de enterado, pero desde luego en ningún momento llegué a dar ningún MeGusta a las noticias que hablaban de este asunto; y la madre hablando del asunto siempre me dio muy mala espina. Espero que todo esto le sirva de lección a alguien.
Ahora solo queda preguntarnos si esos familiares no estarían buscando alguna indemnización millonaria, aconsejados, ¿quién sabe?, por alguien conocedor de esos temas legales.
* Ramón Cerdá es autor del blog "El blog de Ramón".
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