Hoy en día la inteligencia es un valor en alza. Acumular títulos y destrezas es sinónimo de conseguir el éxito y abrirse más puertas en el futuro. En cambio, parece difícil encontrar el momento para hablar de emociones y de sentimientos. Lo que no tienen en cuenta muchas personas es que sin emoción no hay pensamiento porque todo pensamiento implica, automáticamente, una emoción.
Para adentrarnos en el mundo de la inteligencia, tendremos que considerar, a la vez, el mundo de las emociones, como dos caras de una misma moneda. La educación emocional es la única manera de saber aceptarse y entender el por qué de nuestros sentimientos y acciones, y además engloba habilidades como el control de impulsos, modificar conductas, autoconciencia, motivación, empatía, etc.
"Las personas con habilidades emocionales bien desarrolladas tienen más probabilidades de sentirse satisfechas y ser eficaces en su vida, y de dominar los hábitos mentales que favorezcan su propia productividad; las personas que no pueden poner cierto orden en su vida emocional libran batallas interiores que sabotean su capacidad de concentrarse en el trabajo y pensar con claridad", dice el Dr. Daniel Goleman.
El déficit de inteligencia emocional repercute en muchos aspectos de nuestra vida cotidiana, desde las relaciones personales con nuestros familiares y amigos, hasta conducir en trastornos de la alimentación, depresión, agresividad, delincuencia…
En Despierta sabemos que las necesidades emocionales de los niños nos ayudarán a entenderlos y sabremos cómo sienten, cómo viven y cómo sufren, por eso en el programa grupal trabajamos aspectos emocionales y habilidades sociales, para ayudarles a identificar las emociones que sienten y enseñarles a gestionarlas de la mejor forma posible, para formar niños que sepan controlarse y adaptarse socialmente.
Programa Despierta