Los ejemplos (que son la mejor manera de hablar) que nos ofrecen muchos de nuestros dirigentes, esos a quienes hemos confiado el rumbo de España, son inaceptables, y las sanciones que reciben (amparadas en las leyes que ellos mismos aprueban) son ridículas, al contrario de lo que le pasaría a un ciudadano medio. Pero no vemos en los partidos acostumbrados a repartirse el pastel claras intenciones de regeneración.
Por favor, señores de los partidos instaurados en el poder, escuchen y luego respondan:
1. Permitan que únicamente ocupen cargos públicos personas realmente honorables (y que sean debidamente condenadas cuando pierdan la honorabilidad).
2. Legislen para amparar al necesitado, no al poderoso y/o al corrupto.
3. No se dediquen a desprestigiar a sus adversarios de siempre (que no sé si, en el fondo, son tan rivales) o a unirse para infamar a los que irrumpen en el juego (como si fueran una amenaza); más bien, traten de elevarse ustedes a una altura moral insuperable. Al final, se trata de servir al país lo mejor posible, no de intentar conseguir votos de cualquier manera.
4. Cuando finalicen su servicio público, vuelvan a sus puestos de trabajo de antes (si los tenían) o búsquense la vida como todo el mundo. No es de recibo que anden recolocándose siempre como si fueran funcionarios de la política o que les queden pensiones insultantes.
5. Reduzcan el número de servidores políticos, de cargos de confianza, de empresas públicas, etc. al mínimo posible y con sueldos razonables.
6. Piensen que ustedes tienen que encabezar el cambio que haga de España un referente moral. Si ven que no pueden, váyanse, por favor. Y, si ven que los que deben irse no lo hacen, échenlos. Servir a la comunidad es un gran honor que jamás debe ser mancillado.
El pueblo ha tomado conciencia del poder que realmente tiene, y les demanda, con toda razón, que actúen como se les supone y se les exige.
PD: Si usted, apreciado lector, está de acuerdo con el contenido de este escrito, divúlguelo. A ver si conseguimos que nos respondan (con hechos, no con palabras).
Ángel Andrés Jiménez Bonillo