Lo de dejar atrás definitivamente el capítulo anterior en este país parece que se nos continua atragantando. No sé si es algún tipo de extraña querencia o si lo que estamos viviendo no es más que una realidad disfrazada del régimen del palo y tentetieso que, en teoría acabó allá por el 75 (o eso nos dijeron). Al final parece que lo de antes continúa tan vivo que ya no sé si apuntarme a los que les da por pensar que esta democracia no es más que un remake de lo anterior. El caso es por unas cosas o por otras nos está costando sangre, sudor y lágrimas acabar con los restos de la dictadura justo ahora que, sea por lo que sea, se nos había ocurrido intentarlo después de cuarenta años de pasar silbando sobre el tema. Por lo visto los viejos tabús siguen vivos, más que las momias de Cuelgamuros.
Puedo llegar a entender aquello de que los familiares de Franco se resistan a llevarse a su casa los restos del viejo dictador, donde perderá parte de su protagonismo, Pero tendrán suerte, como es humano y lícito podrán recordarlo, ponerle flores o hasta ir a llorarlo sin miedo a que les atropelle un coche en una carretera perdida. Allí podrán ir a rezarle lo que gusten, sin tener que dar la tabarra. Acudirán junto con los nostálgicos, algunos jueces, cargos del PP o los dirigentes de Vox que andan reavivando viejos fuegos como el Doctor Frankenstein intentando resucitar engendros sin pensar que igual va y no nos gusta a nadie lo que salga de esto.
Al final se les van a acabar las piedras para poner en el camino y acabarán aceptando lo que es natural, no podemos seguir dando coba a dictadores, sean del color que sean. Para poder seguir avanzando como sociedad debemos pasar página de una vez por todas acabando ya con todo este sarao. La decisión del Gobierno es firme y este ejecutivo ha revalidado recientemente su apoyo en las urnas. Igual llegó el momento de aceptar que los tiempos han cambiado y que dejar de perpetuar el conflicto puede llegar a ser entendido hasta como un gesto de ese patriotismo que tanto pregonan y que algunos limitan a las pulseritas. Aunque parece que no andamos por la causa y nos queda vodevil para rato porque resulta que la Sala Contencioso-Administrativa del Tribunal Supremo ha resuelto paralizar la exhumación de los restos del dictador, aceptando el recurso de los Franco, que pedían (otra vez) “tiempo muerto” hasta que una sentencia decidiera sobre el fondo de un asunto que ya se está eternizado demasiado para la salud de nuestra democracia por motivos ideológicos, estéticos y hasta de esfuerzos destinados en estos asuntos y que nos hacen mucha falta para otros menesteres.
Pero si quieres que te diga la verdad lo que me hace recorrer un escalofrío de esos que te suben por el espinazo hasta el pescuezo no es ya ver cómo la justicia va por un lado y el gobierno por otro, a eso ya nos tienen acostumbrados. Lo que de verdad resulta inquietante es que los magistrados nos dicen, sin despeinarse, que Franco fue el jefe del Estado desde el 1 de octubre de 1936, tres meses después de alzarse contra el régimen que entonces era el establecido, un mes antes de que masacrase Gernika, dos meses después de demostrar al mundo su insensibilidad al fusilar a su propio primo en Ceuta (al que de presuntamente de coña le decía aquello de “Un día te voy a tener que fusilar” ¡ y vaya si lo hizo!) y mucho, muchísimo antes de que se diese por finalizada la barbaridad de una Guerra Civil que nos mantuvo tres largos años matándonos entre nosotros.
Si eso fuera así, si Franco era el Jefe del Estado a partir de Octubre del 36 entonces, ¿Qué era el presidente de la República, Manuel Azaña ? Entonces, ¿Sería lícito levantarse en armas para derrocar un gobierno legalmente establecido?¿Qué seguridad tenemos de que nuestra democracia no será deslegitimada por un TS en el hipotético caso de que se produjese un golpe de estado? Nada, cosas mías, igual me ha dado demasiado el Sol en la cabeza, cosas del verano que se acerca.
Salva Colecha