• El fanatismo religioso, la marginación social y el imperialismo occidental han constituido el caldo de cultivo del monstruo que ahora nos golpea
Tras la salvajada de París, y las de Garissa, Beirut, Sinaí, Ankara, Kobani, Taiz, Saná, Bombai, Nairobi, Londres, Madrid, Nueva York, Gaza, etc., resulta difícil mantenerse serenos y analizar fríamente lo que está ocurriendo, sin embargo es preciso hacerlo si queremos comprender y solucionar los problemas que provocan tales barbaridades. Porque ¿alguien se cree a estas alturas que unos simples bombardeos van a acabar con Al Qaeda, Al Nusra, Isis, Daesh, Estado Islámico, EIIL o como quiera que se llame este monstruo sanguinario y terrorífico? Un monstruo que ha enraizado entre las sectas más extremistas del islam y cataliza el odio que Occidente ha generado durante décadas en los países árabes al dibujar unas fronteras nacionales artificiales e imponer allí un Estado tan expansionista y agresivo como Israel. Por eso recibe el apoyo de los fundamentalistas islámicos y el de muchos marginados de origen árabe que malviven en los países occidentales, atrayendo así miles de jóvenes tan obnubilados y desesperados que son capaces de asesinar a otros y a sí mismos, algo increíble en pleno siglo XXI. El caldo de cultivo es, pues, el fanatismo religioso musulmán, la marginación social y el imperialismo occidental, pero por sí solo probablemente no habría originado algo tan monstruoso; al menos no tan rápidamente ni con la fuerza que tiene ahora, ya que en pocos años se ha extendido por varios países dominando amplias zonas y extendiendo sus redes incluso por Europa. La cuestión clave es ¿quiénes han creado y alimentan el monstruo? Para buscar sus orígenes hay que retroceder hasta la guerra de Afganistán. Según afirman expertos en geopolítica como el coronel Pedro Baños, ex Jefe de Contrainteligencia y Seguridad del Cuerpo del Ejército Europeo, por tanto nada sospechoso de izquierdismo, fueron la CIA norteamericana, el MI6 inglés, el ISI paquistaní y la Mukhabarat saudí quienes crearon, financiaron y armaron en los años 80 del siglo pasado un grupo de extremistas islámicos que llegó a reunir 50.000 muyahidines para hacer la guerra contra el gobierno afgano, que estaba apoyado por las tropas soviéticas; a partir de ellos se creó Al Qaeda. Cuando acabó la guerra de Afganistán y los soviéticos se retiraron, los muyahidines tomaron el poder e instauraron una dictadura islámica con armas modernas y leyes medievales; luego se proyectaron hacia otros países e intensificaron los atentados sangrientos, sobre todo tras la disolución de la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia, en 1991, cuando la OTAN quedó huérfana de enemigos... Todo esto de los servicios secretos y las cloacas de los Estados suena a novela negra y a quienes vivimos en un país con relativa libertad y bienestar de entrada nos parece fantasioso, de película, algo que correspondería al siglo pasado, no a la actualidad. Pero también nos parece irreal que se bombardeen y arrasen ciudades o que se ejecuten atrozmente a personas como nosotros, incluso niños, crueldad infinita, y sin embargo son hechos reales y actuales que pueden verse en youtube, aunque algunos no nos atrevemos siquiera a mirar tan desgarradoras imágenes. Por desgracia los muertos y las ciudades devastadas son el pan de cada día en muchos países árabes o africanos, tan reales como el trabajo sucio y oculto de los Estados y las grandes corporaciones. El clímax de violencia yihadista llegó en 2001 cuando miembros de Al Qaeda hundieron las torres gemelas de New York provocando más de 2000 muertes. Ello aumentó notablemente las tensiones internacionales y en 2003 los USA y la coalición internacional aliada decidieron invadir Irak, aunque este país no tenía nada que ver con Al Qaeda; la excusa oficial fueron las armas de destrucción masiva que según dijeron almacenaba Irak, una mentira criminal que sigue impune hoy a pesar del millón de víctimas que provocó la invasión y posterior guerra civil, y a pesar de haber originado las posteriores masacres perpetradas en Madrid el 2004 y en Londres el 2005. Después surgieron las primaveras árabes, que comenzaron el 2010 en el Sahara Occidental y Túnez, pasando luego a Egipto, Libia y Siria, protestas ciudadanas pacíficas que reclamaban democracia en aquellos países y que fueron infiltradas y reventadas por integristas islámicos que nuevamente apoyaron los países occidentales, desembocando al final en golpes de Estado y nuevas guerras. Las actuaciones incendiarias de Occidente han provocado tantas víctimas y refugiados que han dejado aquellos países peor incluso que cuando estaban bajo los regímenes dictatoriales. Y en 2011, cuando la primavera árabe llegó a Siria y comenzaron las protestas contra El Assad, se repitió la jugada realizada en Afganistán treinta años atrás, entonces nació el Isis-Daesh-Estado Islámico-EIIL, financiado y armado directamente por turcos, saudíes y otros países del Golfo Pérsico, e indirectamente por norteamericanos, israelíes, etc. Por eso mismo y porque quienes lo crearon son los mismos que controlan la situación en la zona, después de varios años de guerra no sólo no han acabado con el monstruo sino que éste se ha hecho incluso más fuerte, hasta el punto que domina ya un gran territorio; a pesar de que sólo tiene unos 50.000 efectivos, lo cual no es mucho en unos países con ejércitos hipertrofiados y aún menos comparado con los ejércitos occidentales. Así pues, el monstruo domina las zonas petrolíferas de Irak y Siria, y se calcula que venden alrededor de 2 millones de barriles cada día, con lo cual obtienen unos 50 millones de $ diarios, de manera que pueden pagar buenos sueldos a sus combatientes, mercenarios en realidad, un importante factor de reclutamiento. Con esos millones no les resulta difícil obtener armas, quizás de las mismas compañías que les compran a bajo precio el petróleo, con lo cual éstas incrementan aún más sus beneficios y hacen un negocio redondo, sin importarles que mueran niños, mujeres y demás civiles inocentes. ¿Cuáles son esas compañías petroleras? Oficialmente no se sabe pero oficiosamente se supone que son las que operan por la zona, sobretodo norteamericanas y europeas. Algunos gobiernos europeos, el norteamericano, el saudí, etc. han suministrado armas a los rebeldes sirios que al final han acabado en manos del EIIL, otras las han pillado en su avance. Por otra parte estos fanáticos, además de dinamitar los monumentos históricos, trafican con antigüedades y restos arqueológicos, han desvalijado los bancos de las ciudades que invadieron y cobran impuestos especiales a los pobladores de sus dominios, de forma que disponen de más dinero aún del que les aporta el petróleo. En esas condiciones bombardear las ciudades que dominan, llenas de civiles desarmados y a menudo esclavizados o asesinados por ellos, no servirá más que para sacrificar más inocentes y regalarles publicidad a los yihadistas, dándoles una especie de aureola de mártires que les atraerá más simpatías y nuevos adeptos. Resulta curiosa tanta propaganda fácil y gratuita como les hacen las grandes cadenas y algunas redes de internet, tan puritanas para otras imágenes y tan laxas para las barbaridades que hacen estos mercenarios saturados de preceptos y de drogas. No, los bombardeos no vencerán al monstruo, o al menos no ellos solos, la prueba son los 4 años que ya dura la guerra en Siria, los 12 que dura la de Irak y los 14 que dura la de Afganistán, todas ellas sin visos de finalizar, a pesar de los millones de muertos y fugitivos que han provocado. De hecho, lo que parecen buscar los yihadistas con los recientes atentados es provocar odio contra los árabes europeos para que estos se vean atacados y a su vez odien a los occidentales, decantándose hacia el yihadismo; si lo consiguen se asegurarán un mayor flujo de voluntarios. Y de paso provocan a los europeos para implicarlos abiertamente en la guerra y quedar los yihadistas como víctimas de una nueva cruzada occidental, lo cual les conseguiría más voluntarios todavía... De manera que para acabar realmente con el monstruo se necesita por un lado aceptar a los refugiados que huyen de ellos, lo cual rompe completamente su discurso xenófobo antioccidental, y por otro impedir el tráfico de sus cientos de camiones cuba cargados de petróleo y el de las antigüedades arqueológicas e impedir también que nadie pueda abastecerlos de armas y municiones. Si se les cierra el grifo del dinero y las armas, si no se alimenta más al monstruo, en pocos meses morirá de inanición; paralelamente habría que buscar una salida pacífica y democrática para los conflictos regionales, de modo que los propios árabes acabarían definitivamente con el yihadismo porque quien vive libre y bien no se deja engañar por los fanáticos. Los ciudadanos occidentales debemos espabilarnos y obligar a los respectivos gobiernos a que caminen en esa dirección, oponiéndonos a sus veleidades guerreras y al comercio de armas, especialmente con los Estados del Golfo, exigiendo el cese de cualquier tipo de transacciones con el EIIL o sus intermediarios. Y dado que el fondo del problema es el petróleo, también deberíamos acelerar la transición energética hacia la eficiencia y las renovables, disminuyendo el consumo de los derivados del petróleo en la medida de lo posible.